Hace ya (casi) dos mil años vino
un hombre que en sólo tres años cambió la historia. No fue rey, no fue
guerrero, no fue emperador. Fue un hombre simple, humilde. Su mensaje fue una
revolución: hay un sola Ley, la ley del Amor. No ya escrita en piedra sino inscrita en el hombre, en su
corazón.
Lo siguieron multitudes, realizó
prodigios, milagros, a los muertos revivió. Se compadeció del pobre, del
perseguido, de los enfermos, de las viudas, de los niños . . . se compadeció.
Supo su destino (trágico): el abandono,
la ignominia, los castigos, la cruz, la soledad . . . la Pasión. Lo supo pero
no cambió su mensaje, no cambió sus actitudes, sus palabras. Se entregó paciente,
con entereza, con grandeza, la grandeza mayor: DAR LA VIDA hasta la última
molécula, POR AMOR.
Fueron sólo tres años de vida pública,
tres años que cambiaron la historia, la medición del tiempo, la conformación
del calendario. Fue humilde y paciente, pero no un pusilánime. Fue pacífico y
magnánimo, pero no tibio de corazón. Vino a arrancarnos de la zona de confort,
a rescatarnos de las garras del odio, de la violencia, de la muerte eterna, de
la tibieza de corazón.
Hoy, a (casi) dos mil años, el
mundo parece haberlo olvidado, y el hombre esparce la muerte teñida de
violencia, de guerra, de hambre, de destrucción de la naturaleza y tantos males
que acechan hoy.
¿Quién volverá el rostro a este
siervo paciente? ¿Quién dejará a su corazón conmoverse con un mensaje de amor?
¿Quién osará dejar caer las vendas que nos ciegan y nos hacen creer que el amor
es sólo sexo o un sentimiento barato, que es la foto en la publicidad en el
mercado? La ley del amor es para valientes, para osados, para quienes no
desisten en la primera batalla, exige entrega, compromiso, paciencia, mirada
elevada, y por sobre todas las cosas exige abrirnos al otro, al amor supremo: a
Dios.
En este viernes Santo invito a la
reflexión y al mayor de los desafíos: construir
un mundo con amor.
Victorina Rivera Rúa©
Viernes Santo, 14 de Abril de 2017
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